La prescripción del ejercicio físico constituye un componente fundamental dentro de las estrategias de promoción de la salud y prevención de enfermedades crónicas no transmisibles. De forma análoga a cómo un médico adapta una terapia farmacológica a las características individuales del paciente, la dosis, tipo y progresión del ejercicio deben ajustarse según variables como edad, sexo, nivel de condición física y comorbilidades (Garber et al., 2011).
Sin embargo, en muchos entornos no clínicos, la práctica profesional aún se ve afectada por la aplicación indiscriminada de programas de ejercicio estandarizados, lo cual contraviene el principio de individualización biológica, uno de los pilares en la teoría del entrenamiento (Issurin, 2016). Esta falta de personalización no sólo limita la eficacia del programa, sino que puede incrementar el riesgo de lesiones o abandono del mismo.
Importancia Clínica y Preventiva
La evidencia actual sugiere que niveles moderados de actividad física pueden generar beneficios sustanciales en la salud, incluso cuando no se alcanzan los umbrales de intensidad requeridos para optimizar la condición física (Warburton & Bredin, 2017). Esta distinción es clave al trabajar con poblaciones previamente sedentarias o con limitaciones funcionales, para quienes un enfoque progresivo resulta más seguro y efectivo.
“La cantidad de ejercicio requerida para reducir significativamente el riesgo de enfermedad es menor que la necesaria para mejorar la condición física de forma óptima” (ACSM, 1995, p. 154).
El ejercicio como herramienta terapéutica
Cuando la prescripción es adecuada, el ejercicio puede promover la salud, mejorar la calidad de vida y reducir el riesgo de aparición o recurrencia de enfermedades incapacitantes y degenerativas tales como enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, diabetes tipo 2, obesidad, osteoporosis, osteoartritis y lumbalgias crónicas (Pedersen & Saltin, 2015; WHO, 2020).
Cabe destacar que la cantidad de ejercicio necesaria para obtener beneficios sobre la salud puede ser considerablemente menor que aquella requerida para alcanzar niveles óptimos de aptitud física (ACSM, 1995, p. 154). Por tanto, para individuos sedentarios, la adopción de un estilo de vida físicamente activo representa un objetivo alcanzable y clínicamente relevante, más realista que alcanzar altos niveles de rendimiento físico (Warburton & Bredin, 2017).
Objetivos de la prescripción del ejercicio
Los objetivos fundamentales de la prescripción del ejercicio físico pueden agruparse en dos ejes:
a) Promover la adopción de un estilo de vida activo
Esto implica asistir al individuo en la modificación de su comportamiento, guiándolo hacia una mayor integración de actividad física en su rutina diaria.
b) Mejorar componentes de la aptitud física relacionados con la salud:
1. Capacidad cardiorrespiratoria (VO₂ máx): Mejora la eficiencia del sistema cardiovascular y respiratorio.
2. Fuerza y resistencia muscular: Contribuyen a la independencia funcional y la prevención de sarcopenia.
3. Flexibilidad: Mejora la movilidad articular y previene lesiones.
4. Composición corporal: Ayuda a reducir la grasa corporal, preservar la masa magra y controlar el peso.
Etapas clave en la prescripción del ejercicio
a) Evaluación inicial
Es imprescindible una evaluación objetiva del estado de salud y de la aptitud física del individuo. Algunas variables útiles incluyen:
· Frecuencia cardíaca (medida preferentemente por electrocardiografía en poblaciones clínicas).
· Capacidad funcional a través de pruebas submáximas o máximas.
· Presión arterial en reposo y durante el esfuerzo.
También se debe realizar un historial clínico y perfil de riesgo cardiovascular, siguiendo protocolos como el PAR-Q+ o guías del ACSM (Riebe et al., 2018).
b) Planificación estructurada del programa
El diseño del programa debe estar orientado a los componentes de la aptitud física mencionados, y respetar principios como:
· Progresión
· Sobrecarga
· Especificidad
· Variedad
· Reversibilidad
La frecuencia, intensidad, duración y tipo de ejercicio deben ajustarse según la respuesta adaptativa individual y los objetivos acordados.
c) Conocimiento de las preferencias y metas
Entender la motivación, intereses y disponibilidad del participante permite una mayor adherencia al programa. Preguntas clave incluyen:
· ¿Qué tipo de ejercicio disfruta?
· ¿Cuál es su objetivo principal (salud, estética, rendimiento)?
· ¿Cuánto tiempo puede dedicar a entrenar?
Este enfoque centrado en la persona mejora los resultados a largo plazo (Deci & Ryan, 2000).
Consideraciones finales
Una prescripción de ejercicio efectiva requiere una visión holística del sujeto, donde se integren variables fisiológicas, conductuales y sociales. La combinación de conocimientos científicos con habilidades prácticas permite diseñar intervenciones seguras, eficaces y sostenibles. Como ya anticipaba Hipócrates en el siglo V a.C., ni la nutrición ni el ejercicio por sí solos bastan para mantener la salud; es su integración, adaptada a las condiciones de cada individuo, lo que constituye un régimen verdaderamente terapéutico.
“Una salud positiva requiere conocimientos sobre la constitución primaria del hombre (genética) y los poderes de diversas comidas, tanto naturales como las producidas por la habilidad humana (alimentos procesados).”
“Pero el sólo comer no es suficiente para la salud. También se debe practicar ejercicio, y adquirir conocimientos acerca de sus efectos.”
“La combinación de estas dos cosas constituye un régimen adecuado cuando se pone debida atención a la estación del año, los cambios de los vientos, la edad del individuo y la situación en el hogar. Si hay alguna deficiencia en la comida o en el ejercicio, el cuerpo se enfermará.”
Hipócrates 480 AC
Referencias
- American College of Sports Medicine. (1995). ACSM’s Guidelines for Exercise Testing and Prescription (5th ed.). Williams & Wilkins.
- Deci, E. L., & Ryan, R. M. (2000). The “what” and “why” of goal pursuits: Human needs and the self-determination of behavior. Psychological Inquiry, 11(4), 227–268.
- Garber, C. E., Blissmer, B., Deschenes, M. R., Franklin, B. A., Lamonte, M. J., Lee, I. M., ... & Swain, D. P. (2011). ACSM position stand: Quantity and quality of exercise for developing and maintaining fitness in healthy adults. Medicine & Science in Sports & Exercise, 43(7), 1334–1359.
- Issurin, V. B. (2016). Benefits and limitations of block periodized training approaches to athletes’ preparation: A review. Sports Medicine, 46(3), 329–338.
- Pedersen, B. K., & Saltin, B. (2015). Exercise as medicine–evidence for prescribing exercise as therapy in 26 different chronic diseases. Scandinavian Journal of Medicine & Science in Sports, 25(S3), 1–72.
- Riebe, D., Ehrman, J. K., Liguori, G., & Magal, M. (Eds.). (2018). ACSM’s Guidelines for Exercise Testing and Prescription (10th ed.). Wolters Kluwer.
- Warburton, D. E., & Bredin, S. S. (2017). Health benefits of physical activity: a systematic review of current systematic reviews. Current Opinion in Cardiology, 32(5), 541–556.
- World Health Organization (WHO). (2020). WHO guidelines on physical activity and sedentary behaviour. Geneva: WHO.